LA ENCANTADORA DE NIÑOS



viernes, 25 de octubre de 2013

Mientras llega el otoño y la lluvia a Madrid yo viajo a sitios donde sigue siendo verano. Paseo y sudo como un pollo y añoro la chaqueta que permanece ya desde hace demasiado tiempo en la maleta. 
Siguen los días raros. De nuevo las erupciones inesperadas e inexplicables en la piel. Se me ocurren, se nos ocurren múltiples posibilidades: el agua, algo que como sólo cuando estoy fuera de casa, los blanqueantes y las lejías que usan en las sábanas de los hoteles o una alergia a los mosquitos tigre que hace que mi piel enrojezca, pique y se revele hasta que el veneno deja de estar en el cuerpo.
Siguen los días raros. Este trabajo mío me hace entrar en contacto con gente que nunca pensé conocer. Esta semana muchos uniformes e historias dignas de novela negra y de duros informes policiales. Y me pregunto, qué hago yo aquí entre tanta testosterona y tantas historias tristes.
Vuelvo a casa y me reconcilio con la vida, en ese sillón, debajo de una manta, viendo caer la lluvia. Caquis y setas y el principio de la temporada de caldos.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Hemos terminado el verano con una semana romana. Una semana sin sentir los pies. Hemos andado horas bajo una luz abrumadoramente blanca y con el calor de un verano que se resiste a desaparecer. Roma ha sido una de esas ciudades que se me han resistido durante años, enzarzada en viajes de trabajo que me han llevado a sitios mucho más lejanos y, en ocasiones, mucho menos bellos.
Lo mejor, además de esos cielos, la emoción que nos ha provocado contemplar. Lo peor, que nos hemos traido a casa un virus de esos que provoca la familiaridad física con extraños de los autobuses petados.
Esta vez hemos vuelto sin lámparas en las maletas (milagro¡¡¡), pero con un precioso par de guantes Sermoneta en la maleta:)